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Postales nostálgicas: un queso griego casi ayacuchano

El vuelo, para variar estaba y retrasado y en vez de llegar a la medianoche, aterricé a eso de la una y media de la mañana. Entre llegar al apartamento y preparar lo que llevaría, dieron las dos y media.

-el ferry sale a las siete y cuarenta me dijo Konstantinos, así que será una noche corta.

Puse mi despertador a las seis y unos diez minutos antes ya estaba despierto, aunque con gran resistencia a levantarme, invadido por la luz que entraba por el balcón.

Poco después estábamos instalados en el ferry -es uno de los rápidos- me había dicho, y yo me imaginaba una suerte de pequeño barco rápido y no la mole que estaba contemplando, con espacio para autos en al menos dos niveles y diría, para al menos un ciento de ellos, aparte de pasajeros, cafetería y no se que más.. Esas casi tres horas de viaje las pasé en un soponcio iluminado por el sol que se abría paso a través de la niebla que curiosamente envolvía al Egeo en una nube de misterio.

Al llegar a Tinos entendí que niebla o no, la intensidad de la luz era tal que ni con mis gafas oscuras, que solo pueden ser complementadas por el perro y el bastón, mis ojos trataban como podían, de filtrar la agresividad del sol.

Tinos, pueblo blanco, como en el sur de España, pueblo blanco y puertas azules en el sur de Tinos, porque el norte, azotado por el Egeo, es más inhóspito. Esta isla debería ser desnuda y amarilla pero que encontré verde y amarilla por las retamas que acompañan sus caminos.

La exploración que tenía como premisa mostrarme un pueblo que Konstantinos había visitado en alguno de sus tantos viajes a esta isla, nos llevó a un pueblo que no solo no habían visitado nunca, pero que tampoco sabía cómo se llamaba. Al caminar por callejas y una que otra ruina, pasamos por lo que parecía una fonda cualquiera del barrio aquél. Una señora con mandil en la puerta le explicó a Konstantinos que este pueblo se llamaba Triantaros y no Dyo Choria como pensaba él.

-Y si nos tomamos un café-le dije- no sé con que cara, que le preguntó a la señora si tenía café.

Pues que si y -siéntense nomas- claro, traducción literal mía del griego.

-Y si pedimos alguna cosita para comer?

-Está bien, pero poco nomas, así podemos almorzar tarde- le dije.

-Aquí hacen una suerte de tortilla de patatas, que al parecer está buena.

Dale pues- le dije- pero la compartimos que no tengo mucha hambre.

Al rato la señora viene con dos tazas de café griego/turco (no vayan a confundirlos así sean la misma cosa) y se vuelve a ir.

Un rato después con café casi acabado nos trae una tortilla de mínimo cinco huevos, medio kilo de patatas, zapallo italiano y para rematar unas rodajas de salchichón de la casa, que estaba como quería. Además nos dejo media hogaza de pan que también pesaba su buen medio kilo.

Nos miramos y dije - ¿esto es para los dos?

- Así parece pero si vamos despacio lo acabamos.

Me provocó responderle otra cosa pero solo atiné a servirme el primer pedazo.

En la segunda y única mesa de la terraza, atrás de nosotros dos señores del barrio se instalaron. Para empezar pidieron un aguardiente y para bajarlo un par de cervezas. Luego les trajeron una tortilla como la nuestra (por si acaso se llama Froutalia) y al momento unos tomates con alcaparras.

¿Ya viste los tomates? Las alcaparras son silvestres y típicas de aquí, creo que deberíamos probar.

Mientras reaccionaba entre la tortilla y el calor, ya había pedido los tomates que llegaron velozmente. En la misma orden a la mesa de atrás le llegó un par de bloques de queso.

-Ese queso que han pedido (no me había fijado porque estaban justamente atrás mío) es de cabra y es muy típico; deberías probarlo.

Aquí voy a reventar, me decía.

-Le he pedido unos pedacitos para probar. Acto seguido nos traen un pequeño molde de queso blanco , duro.

Lo probé y dije: este queso me hace pensar en algo parecido que hacen en mi país, más específicamente en Ayacucho, donde las señoras traen sus moldes de queso envueltos en un pasto de altura que se llama Ichu.

Pedí un segundo café a ver si podía bajar un poco todo eso, pero el café se mantenía un poco por encima de todo lo anterior.

Cuando habíamos acabado pero dejando una buena parte de todo, vuelve la señora con un envase desechable y nos dice "se lo llevan" En la otra mano traía dos copas de aguardiente y un par de bizcochos de queso y naranja.

De paso dejó la cuenta, que francamente era más o menos nada. Nos paramos con dificultad y empezamos a bajar el pueblo hacia el auto.

Al llegar al hotel le contamos a la dueña lo que nos ocurrió y nos dijo - pero si fueron donde Eleni !Es una institución! .Ella hace todo, el queso, los huevos son de sus gallinas y no se le escapa nada. Pero les cuento una cosa, han tenido suerte que les diga que se lleven las sobras porque nunca deja que nadie se lleve su queso a ninguna parte. Yo tuve que rogarle al volver a esta isla 30 años después de que me fuera de niña, a pedirle que me regale un poco de queso, lo que hizo a regañadientes y a escondidas por tratarse de mi.

Nos miramos y colocamos el botín en la nevera. Para el desayuno de mañana, nos dijimos..

Con unos cuantos kilos de más y la mala noche nos dirigimos al norte donde el Egeo hoy no es violento, donde el viento hoy no silba entre las montañas, a Kolimbithra, una taza de agua con islote al medio, a tostarnos bajo el sol y temperarnos en las aguas frías del primer fin de semana del verano.

Aquí la receta de la Froutalia

http://neoskosmos.com/news/en/recipe-froutalia-sausage-omelette

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